Predecir el futuro
Predecir nunca es un trabajo fácil y exije arduas horas de investigación sobre el presente, y una profunda comprensión del pasado. Si quitamos el velo mágico que cubre a ciertos futurizadores, podemos ver una tímida conjunción de frases ambiguas que pueden interpretarse tanto como la muerte de Stalin como la separación de Britney Spears. Funciona para cierto público, pero no es hacer futuro.
Predecir la invención de la televisión con unos quince años de antelación no fue para nada una hazaña. La televisión tomó unos veinte años de duro trabajo, y para cuando
empezaron las predicciones se trataba de gente que había visto el aparato en sus infantes años y creyó en él. Definitivamente, elejir la visión correcta es un gran mérito.
Un ejemplo magno de predicción proviene de Aristóteles, quien predijo con una exactitud notable el fin de la esclavitud: cuando los telares tejieran solos. El incansable espíritu abolicionista tuvo éxito finalmente en los primeros años de la revolución industrial, que fue impulsada vigorosamente por los telares a vapor. Aristóteles no era afecto a los horóscopos, ni tuvo la necesidad de ser difuso en su predicción. Conocía al mismo ser humano que pisa hoy la tierra, veinte siglos más tarde.
Pero la gracia de predecir ciertos detalles diminutos es un exquisito pasatiempo. Woody Allen predijo hace unos veinticinco años, que la gente del futuro se bañaría cada ocho horas, y si bien el futuro que planteaba en su película El Dormilón, no ha llegado todavía, le tengo mucha fe específicamente a ese pasaje.
Puedo predecir que la vida de los seres humanos se alargará, porque la escala del conocimiento humano, y el poder que está adquiriendo es tan grande, que sólo cabrá su administración a personas que superen los tres siglos de edad. Si los humanos no encuentran una forma de vencer la limitación de esta breve existencia, nos encontraremos con niños de ochenta años que juegan a ser dioses con un poder miles de veces más devastador que la bomba atómica más poderosa que podamos conocer ahora. Bueno, debería cambiar predigo por deseo fervientemente, pero si esa predicción no se cumple, predigo que no habrá nadie a quien le importe.
Pero mi mejor predicción es que el futuro cercano se hará cada día más difícil de predecir, porque el alcance de los inventos que aparecen cada día, hará que las predicciones futuras se hagan más difíciles de comprender.
Nanotecnología, biotecnología, genética, computadoras más veloces que consumen menos y que son más pequeñas, materiales que responden a estímulos eléctricos para cambiar su forma, tejidos artificiales, clonación. Son solamene las cosas que me vinieron a la mente sin hacer el menor esfuerzo. Y cada cosa aislada puede cambiar el paisaje que conocemos. Ahora, todo eso se combina y se reusa gracias a internet y toda la revolución social que está planteando.
Predigo también que es muy posible que gracias a tanta complicación, Isaac Asimov tenga razón y nos haga falta una carrera universitaria en futurología después de todo!
Predecir la invención de la televisión con unos quince años de antelación no fue para nada una hazaña. La televisión tomó unos veinte años de duro trabajo, y para cuando
empezaron las predicciones se trataba de gente que había visto el aparato en sus infantes años y creyó en él. Definitivamente, elejir la visión correcta es un gran mérito.
Un ejemplo magno de predicción proviene de Aristóteles, quien predijo con una exactitud notable el fin de la esclavitud: cuando los telares tejieran solos. El incansable espíritu abolicionista tuvo éxito finalmente en los primeros años de la revolución industrial, que fue impulsada vigorosamente por los telares a vapor. Aristóteles no era afecto a los horóscopos, ni tuvo la necesidad de ser difuso en su predicción. Conocía al mismo ser humano que pisa hoy la tierra, veinte siglos más tarde.
Pero la gracia de predecir ciertos detalles diminutos es un exquisito pasatiempo. Woody Allen predijo hace unos veinticinco años, que la gente del futuro se bañaría cada ocho horas, y si bien el futuro que planteaba en su película El Dormilón, no ha llegado todavía, le tengo mucha fe específicamente a ese pasaje.
Puedo predecir que la vida de los seres humanos se alargará, porque la escala del conocimiento humano, y el poder que está adquiriendo es tan grande, que sólo cabrá su administración a personas que superen los tres siglos de edad. Si los humanos no encuentran una forma de vencer la limitación de esta breve existencia, nos encontraremos con niños de ochenta años que juegan a ser dioses con un poder miles de veces más devastador que la bomba atómica más poderosa que podamos conocer ahora. Bueno, debería cambiar predigo por deseo fervientemente, pero si esa predicción no se cumple, predigo que no habrá nadie a quien le importe.
Pero mi mejor predicción es que el futuro cercano se hará cada día más difícil de predecir, porque el alcance de los inventos que aparecen cada día, hará que las predicciones futuras se hagan más difíciles de comprender.
Nanotecnología, biotecnología, genética, computadoras más veloces que consumen menos y que son más pequeñas, materiales que responden a estímulos eléctricos para cambiar su forma, tejidos artificiales, clonación. Son solamene las cosas que me vinieron a la mente sin hacer el menor esfuerzo. Y cada cosa aislada puede cambiar el paisaje que conocemos. Ahora, todo eso se combina y se reusa gracias a internet y toda la revolución social que está planteando.
Predigo también que es muy posible que gracias a tanta complicación, Isaac Asimov tenga razón y nos haga falta una carrera universitaria en futurología después de todo!
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