Están los que hacen las cosas. Están los que las usan. Y en el medio,
están los que distribuyen. Este tercer participante es absolutamente
vital en un mundo globalizado y un poco sobrecargado.
Una de las características más poderosas de Internet es su capacidad
para tomar una cosa que está en un lugar y ponerla en otro lugar en lo
que tarde un download. Con mayor ancho de banda, nos trasladamos más
rápidamente. Internet es un medio de transporte, y con suficiente pista,
podemos llegar hasta China y volver en un click... o dos... bueno, si
podemos superar el gran Firewall de China.
Distribuir es el juego, e Internet hace que muchos negocios tengan que
replantearse enteramente. Uno de los que más sufre es el negocio del
entretenimiento en multimedios. La música y las películas se enfrentan a
la insoportable realidad de que la única manera de distribuir contenidos
masivos en esta gran red es gratuitamente. Si se pone alguna restricción
monetaria, alguien va a encontrar la forma de distribuirlo por un canal
publico, y muchos terminarán teniendo una copia libre y usable. Y eso
incluye a los que compraron un cd legalmente, y lo usan en este formato
porque realmente es más cómodo.
La industria del entretenimiento debería tratar de enfrentar este nuevo
desafío con herramientas nuevas, pero como toda cadena de distribución,
los canales intermedios que tanto ayudaron a formar una industria tan
poderosa no pueden ser reemplazados de un día para el otro. Y el negocio
de Internet es incompatible con los camiones, los estibadores, los
empaquetadores y toda la cadena humana que no puede competir ni en
velocidad, ni en costos ni en eficiencia en la entrega.
Al ser la distribución tanto más barata, las ganancias prometen ser muy
jugosas, por lo que sería una absoluta locura no trasladar esta baja de
precios al consumidor. De esta manera, la música online no debería
costar lo mismo un CD que fue grabado en una pieza de plástico que
necesita ser embalada, estibada, que pasó por varias manos humanas con
camiones o trenes y que necesitó una infraestructura de logística
notablemente más costosa para que llegue a las manos correctas.
Las empresas de entretenimiento que más protestan son las disqueras y
los estudios de cine. Son empresas que aunque dicen proteger los
derechos del autor no se dedican a producir contenido sino a
distribuirlo. El negocio de estas empresas no está en producir mejor
contenido, y si financian al que lo produce es para que genere el
contenido que los enriquecerá en la distribución.
El cantante produce, el que compra el cd lo usa y todo lo de el medio
es distribución. Si estas empresas protegieran al autor tendríamos
mejores leyes para protegerlos de los malos contratos, que es donde más
pierde. Ese contrato es la cesión de derechos que otorga el autor a la
compañía que distribuye su obra. En inglés se habla de copyrights, o
derechos de copiado, pero en todas sus leyes se expresa la protección
que extiende el gobierno al autor, no a la distribución.
Estas empresas atacan la piratería con fiereza para proteger su negocio,
y pretenden convertir en criminales y terroristas a un porcentaje
importante de la población mundial porque tienen un problema de
reconversión que no resuelven. Son tan poderosas que pueden empujar a
los gobiernos a hacer cosas que ningún político haría en su sano juicio.
Al César lo que es del César, y nadie vaya a pensar que estoy sugiriendo
que se debe ir en contra de la ley. Estoy poniendo en un adecuado marco
este conflicto en el que unos locos pretenden hacerle creer al mundo que
las personas que compiten en su negocio de la distribución ilegalmente
son terroristas. Es una mentira que está muy de moda, pero es una
mentira por mucho que se repita. Claro, que algo siempre queda.