viernes, agosto 25, 2006

SCOX

Es el símbolo que usa Santa Cruz Operation para negociar sus acciones. Es una compañía que retiene ciertos derechos sobre el viejo Unix, sistema operativo propietario y emparentado con el Linux en sus inicios. Esta pequeña empresa fue literalmente tomada por Darl McBride, su presidente actual, que inventó la estúpida mentira de que Linux copió mucho de su código Unix, y que todos los usuarios de Linux tendrían que pagar por usar ese sistema operativo gratuito. Ja! El mundo le creyó al principio bajo la premisa de que no existe tal cosa como un almuerzo gratis. Todo termina costando algo al final de todo.

SCO, en tres años de juicios incongruentes no presentó las pruebas, y desde ese entonces es que yo miro la cotización de sus acciones en la bolsa, tratando de entender qué accionistas están respaldando todo eso. Microsoft puso unos sesenta millones de dólares a través de una subsidiaria y Darl mismo es ex-empleado de Microsoft. No hay más que decir.

Las acciones que antes del escándalo valían cerca de un dólar, treparon rápidamente hasta alcanzar casi los veinte dólares en septiembre de 2003. Ahora que la justicia está desestimando los casos, lentamente, el valor vuelve a estar más cerca de la realidad tocando los dos dólares con unos centavos. Y sigue descendiendo.

Me pregunto qué les dirá Darl McBride en octubre a los accionistas que queden en pie. Porque además de que las ganancias fueron consumidas por el departamento de legales, la imagen de la compañía se vió seriamente afectada. De millones de líneas de código que dijo que tenían como prueba, no ha mostrado ni una sola. SCO es ahora sinónimo de Pedro y el Lobo, y los que malgastaron su tiempo y su dinero atendiendo esos reclamos están decepcionados. La estrategia legal que esgrime actualmente es tan desesperada -ahora dice que IBM destruyó la evidencia que ellos mismos decían tener en sus manos- que no imagino nada menos desesperado para insultar a sus jefes, los dueños.

Darl McBride torció la misión de la compañía para enredarse en un loco negocio de juicios basado en evidencia insuficiente y flagrantes mentiras. No se puede esperar otro final que este, y los oportunistas que alimentaron la hoguera, ya se retiraron con sus ganancias.