La satisfacción de compartir
de lugares que vendían cosas totalmente distintas pero que me pareció
que podrían saber dónde encontrar lo que en Argentina se llama corralón,
y que vende cosas usadas que provienen de demoliciones. Es el mejor
lugar para encontrar una vieja puerta para mi casa nueva.
La gente quiere compartir, y se siente bien cuando puede ser útil. En
ambos lugares tuvieron la amabilidad de compartir sus conocimientos y su
tiempo, y pude ver con claridad que el haberme ayudado les daba
satisfacción, más allá de que no les compré nada.
Lo que me lleva a explicar una cosa que quizás no siempre es visible:
Internet debe su contenido, fundamentalmente a la colaboración
desprendida y desinteresada de la gente. Podemos hablar de egos y de
necesidades de completación, pero sería poner las cosas en un plano
mezquino.
La naturaleza humana ha puesto placer en las actividades que redundan en
su supervivencia, y ayudar a los demás provoca satisfacción. Y mucho más
que pornografía, Internet es el hogar de muchas contribuciones
desinteresadas que nos ayudan a lidiar con un mundo que es cada vez más
complejo tecnológicamente.
Muchas veces se ha dicho que Internet expande el vecindario, pero muchas
otras veces no nos sentimos parte de esa vecindad. La televisión nos ha
dejado lisiados de respuestas. Nos reíamos de nuestros abuelos que le
contestaban a la televisión y nuestros nietos no van a poder creer
cuando les contemos que había un aparato que nos traía cosas sin que
pudiéramos responder.
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